El miedo es algo
que parece estar grabado en nuestra memoria colectiva, que se transmite de
generación en generación.
Tememos al juicio
divino, a la muerte, a lo desconocido, a la enfermedad, a los accidentes, a la
gente, a volar, a los animales, a la oscuridad, a los ruidos, a la noche, a las
catástrofes, al futuro, a lo que pueda pasar, a nosotros mismos, e incluso a
algo tan divertido como hablar en público; a vivir, en general.
También hay mucha
gente que tiene miedo al rechazo, miedo al ridículo, miedo a cambiar, miedo a
arriesgarse, miedo a equivocarse, miedo a que no les quieran, miedo a ser
diferentes, miedo al abandono, miedo a la soledad, miedo a expresar sus
sentimientos, miedo al qué dirán los demás, miedo a la propia libertad, miedo a
su propio poder, y toda una panoplia de miedos digna del mejor coleccionista. Tenemos
tantos miedos que, en lugar de enfrentarnos a ellos como a algo vergonzoso e
indigno de un ser humano inteligente, responsable y potente, lo aceptamos y
toleramos como algo natural inherente a nuestra "débil condición
humana" y elegimos protegernos inventando las Compañías de Seguros, la
Seguridad Social, el Ejército, las armas, las bombas nucleares y otras bellezas por el estilo.
¿Se ha molestado
alguien en calcular cuántos miles nos
cuestan nuestros miedos? En lugar de potenciar nuestra formación humanista,
nuestra seguridad interior, nuestra autoestima, nuestros valores, nuestra
fuerza y nuestro poder, nuestra responsabilidad y nuestra independencia, lo
cual es gratis y lo llevamos dentro, invertimos cantidades exorbitantes de recursos
materiales en administrar nuestros miedos mentales, mientras la mitad de la
humanidad está muriendo de hambre. Realmente bochornoso.
Según Ralph W.
Emerson "El temor nace siempre de la ignorancia”. Y volvemos a lo mismo;
si desde nuestra infancia se nos educara
para potenciar todos nuestros recursos internos, ser libres y ser responsables,
tampoco se nos podría manipular ni controlar porque entonces seríamos libres,
potentes e independientes y no podrían hacernos comulgar con migajas de pan.
Por lo visto, eso no interesa.
Desde un punto de
vista económico, lo lógico sería lo contrario de lo que vienen haciendo
nuestros gobiernos: invertir una parte de ese dineral en trabajar "a
priori", justo al revés de como se viene haciendo. Primero, preparación y
educación adecuada a los padres, claro está, y luego a todo el personal
educativo, para que las próximas generaciones fuesen potentes, preparadas y
libres. Libres de limitaciones, libres de miedos, libres de temores
innecesarios que, para mí, no tienen ningún fundamento físico, sólo mental.
Por eso entiendo
de que siempre y para todo remedio, la mejor inversión es la educación.
D/o R.C.A.