jueves, 23 de septiembre de 2010

“Todas somos BARBIES”.

Compró un Corvette sin ayuda de KEN, viste su cuerpo de impacto con ropa de diseñador y ha tenido éxito en 108 profesiones. Esa es Barbie. ¿Pero qué significa realmente para nosotras?, ¿una amiga o el epítome de nuestras frustraciones?

Desde hace ya más de medio siglo ha sido el reflejo que ha definido la sociedad. Es la representación histórica de la mujer; de lo que sueña ser la mujer promedio. ¿Pero realmente es solo una posesión o es un modelo de comportamiento?
¿Pueden cumplirse los anhelos de una vida y un cuerpo perfecto, o nuestro destino es la frustración?
 Nuestra generación determinó, a partir de la diversión;  aspirar a ser “ella”. Y pese a lo que muchas personas y profesionales expresan, la opinión de  muchas de las adultas actuales que jugábamos (y aún lo hacemos) con Barbie,  es que fue más que un objeto de deseo, fue quien nos hizo compañía en buenos y malos momentos.  Gracias a ella muchas niñas pudimos escapar y  refugiar  nuestra  infancia en esos sueños donde juntas éramos protagonistas. Olvidar un poco los problemas heredados a destiempo, los divorcios mal convenidos y los reclamos sin auditorio.  Vemos en el juguete un elemento que nos dio diversión y no necesariamente determinó nuestras aspiraciones.

Y sí lo hizo, creo que fue positivamente. El instinto progresista se debe ante todo a muchos aspectos encontrados en la historia; como la presencia de una opresión social y doméstica que hoy persiste. La libertad sexual que probablemente sí estaba permitida para ella, pues con su afinada cintura, escotes pronunciados y atuendos glamorosos, se convirtió en emblema mundial. Pero con ella otros movimientos, otro despertar, un impulso transmisor de sueños que aun sigue fresco y vigente a pesar de ser una cincuentona.

En mi opinión muy personal, devota al culto “Barbie”, admiradora de su sistema de “Diva” y  que hoy soy madre, esposa y mujer profesional; creo que como ella, o Candy-Candy y  La mujer Maravilla, solo fueron ejemplos de un estilo de vida, de una idea de heroína que al final aporta o hace desmérito en la medida en que permitimos ser permeados.

Nuestros valores debieron ser firmes y ese deber era de nuestros padres; como es nuestro hoy en día el trasegar a nuestras hijas e hijos  la semilla de la buena moral, del respeto, de la superación personal por mérito propio y no por oportunismo; por supuesto manteniendo el sistema de Barbie aún vigente: “antes muerta que sencilla”…a lo que yo agregaría: ¡“Princesas ante todo”!

!Buen fin de semana a todos!

Raquel Cabrera

viernes, 17 de septiembre de 2010

Las mujeres feas…





Se reflexiona a diario sobre la belleza, sobre los estereotipos. Se discrimina la fealdad, pero…¿Realmente existe tal diferencia entre las bellas y las feas?
Si buscas con la mirada sólo la apariencia física,
tus ojos verán sólo la superficie de ellas…
Superficie que se desgasta.
¿Mujeres bellas? ¿Mujeres feas?
¿Podrían delimitarse ambos conceptos?
Creo que sí, pero no lo define lo estético. A la mujer hay que conocerla adentrando en su alma,
a la cual se puede llegar sólo a través de sus ojos.
¿Acaso los tropiezos de la vida
no afectan a una y a otra por igual?
¿No aman, no lloran, no ríen, no sufren,
no comparten sueños y esperanzas en esta vida?
¿No tienen virtudes, no tienen defectos,
ni las afecta la soledad?
Sería más coherente suscribir esta idea:
"La belleza de la mujer está en el alma,
y sólo los ojos de los entendidos pueden mirarla".
¿Acaso la delicadeza no se encuentra
en el interior de ellas?
¿Acaso ambas no tiemblan al roce de un beso o se enternecen
al contemplar una bella flor, o la voz de su hijo al decir "mamá"?
No es un concepto que haga
justicia a su esencia. Tengo amigas que se consideran feas,
y amigas bellas y para verlas; sólo  tengo los ojos del amor y la amistad que…ven su verdadera esencia,
porque ya sean bellas o sean feas
son amigas, confidentes, esposas, madres,
amantes, novias, compañeras…
que ofrecen a todos los que están
cerca de ellas la dicha
de contemplar su verdadera
naturaleza:
¡La de ser MUJER!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Oír y escuchar, no son cosas de todos los días.


En nuestro hogar siempre buscamos nuevas formas de contar historias, jugar y hasta de hablar.
-Rapunzel, en lo alto de su torre, no puede escuchar bien al príncipe, cuando este grita: “!Rapunzel, suéltate el pelo!; entonces ella hurga entre sus cosas, encuentra un velo y se lo lanza.

O por ejemplo: Cenicienta no pudo escuchar las campanadas del reloj a media noche y por esto se rompió el hechizo; y  Blanca Nieves, en casa de los enanos no escuchó el golpe de la puerta, lo cual es mejor por que así no puede entrar la reina malvada disfrazada de viejita ofreciéndole la manzana envenenada.

A todos nos encantan esas historias, y sobre todo disfrutan toda mi dramatización y mi narrativa. Pero más Alejandra, ella tiene lo que se considera una discapacidad auditiva. Nació sorda, y hoy escucha bien a través de implante coclear, por esto hacemos que los percances auditivos que suceden en los cuentos no le sean ajenos.
 Les fascinan a ambas las historias de princesas que superan obstáculos, y encuentran al bello príncipe (en especial el momento del beso, que dramatizo con papá). Ambas son muy especiales.
Nuestra casa es igual o más ruidosa que las demás. Paula habla con un volumen por encima de lo normal, y cuando ven la tele o están con sus juegos electrónicos siempre lo “suben “mas.
A veces parece como si la sala estuviera en movimiento. Cuando suena el teléfono, a veces tengo que tomar la llamada y pedir permiso para empezar a bajar todo, pues es imposible saber al instante quien es y que dice.

Hace ya algún tiempo, recibí una llamada a mi celular y tuve que irme a la habitación para poder hablar con claridad, pero ellas se percataron y fueron tras de mi a trasladar el desorden a mi habitación, casi no podía oír mi voz cuando le hablaba a la mamá que estaba al otro lado del teléfono. Me había llamado dicha madre por que sabia de toda la historia que habíamos vivido con Alejandra. De nuestros procesos, de nuestro progreso, y también de nuestra fortaleza para poder enfrentar aquel duro diagnóstico de una sordera profunda bilateral, dada a nuestra hija de 11 meses. Su bebe había nacido sorda. Hablamos de muchas cosas, de sistemas de aprendizaje, de terapias, de escuelas, y ayuda en casa; pero sobre todo recibió el consuelo de una madre amiga.
Cuando colgué el teléfono, las niñas automáticamente quisieron saber quien era y por que contaba “nuestra “historia.
Les dije: es un madre, a quien no conozco pero alguien que sabe de nuestro caso, le dio mis datos para que yo la orientara con relación a su bebe que nació sorda. Paula asintió con la cabeza pues es mayor y maneja el tema, y volvió  a lo suyo.
Alejandra, como aun no maneja conceptos tan densos, volvió a preguntarme pues no entendió lo que le había contado a su hermana.
-¿Mamá, que fue?
-Amor, hay una bebe, que es sorda como tu, no escucha y su mamá quiso hablar conmigo.
-¿Que es eso? Me preguntó Alejandra.
-No escucha como tu, cuando no tienes tu aparato.
-¿Alejandra no “cucha”?
-No amor, ves cuando no tienes el aparato no puedes escuchar, ella esta así pero todo el tiempo (con señas le explico) no escucha!
- ¡Ah , Alejandra "no cucha" podte fe fue la luz!  OK!

 Me quede inmóvil, incrédula, sin saber que decirle. Me di cuenta del regalo que me estaba dando ella a mí: su identidad no tiene nada que ver con su sordera. Mis plegarias y nuestro esfuerzo de padres y de familia de convertirla en un ente integrado y sin distinción, estaba trabajando; pero del modo que yo no veía, tal vez no en los demás, pero si en ella. Alejandra se ve a si misma como una niña, así de sencillo. Como una princesa vencedora de obstáculos….y nada más.


Raquel Cabrera

Nota al margen: Las frases que parecen mal escritas, es la forma  real como pronuncia Alejandra esas palabras.