jueves, 7 de julio de 2011

.... Confía.

Solemos tener prisa. Siempre y para todo. Si es tiempo de dolor y pena, deseamos que pase de inmediato y si esperamos la felicidad, no alcanzamos a dar al tiempo su momento de discurrir para llenarnos con lo que no tuvimos.

En cualquier caso, todo pasa. No debemos olvidarnos que nada permanece por siempre; que el sufrimiento termina tarde o temprano y que la felicidad también tiene caducidad. No debemos pasar por la vida solo con recuerdos. Nada hay más penoso que reconocer el placer cuando ya ha pasado. Nada peor que tener la sensación de no haberlo dicho todo, de no haber amado lo suficiente, de no haber abrazado, besado o entregado lo mejor de nosotros una vez que nada puede hacerse.
Hay que entregarse con intensidad a lo que uno vive, hay que poner pasión en lo hacemos y comenzar a sentir con fuerza que sea lo que sea, lo es por un tiempo limitado. Todo llega. Todo pasa. Y en ese intermedio nos quedamos ensimismados mirando como corren delante de nosotros las emociones sin rozarlas siquiera. Tememos perder y perdemos con sólo temerlo.
Nos cuesta arriesgar e ignoramos lo que nos espera al otro lado de la orilla. Siempre hay alguien que está esperándonos aunque no lo sepa aún. La posibilidad de perder está dentro del juego de la vida. Pero aun perdiendo ganamos la aventura de vivirlo. Y nos queda la espera…la infinita espera de un tiempo mejor que sin ninguna duda se acordará de nosotros. Solamente debemos quedarnos quietos y dejar que suceda. Como si de un manto de estrellas se tratase y cayese sobre nosotros cuando el tiempo es cumplido. No te apures. Si aún no ha pasado es porque no tenía que suceder. Tu deseo será una orden para el universo y todas las coordenadas se dispondrán para envolverte en él…cuando menos lo esperes. 
Confía. En ti. En todo.



RCA./R.A.

martes, 5 de julio de 2011

"Lo que espero de ti"

!Si bien es un pasaje para féminas, creo que es una excelente reflexión para los hombres. !


En una breve conversación un hombre le pregunta a una mujer:
"¿Qué tipo de hombre estás buscando?"
Ella se quedó un momento callada antes de verlo a los ojos y le
preguntó:
"¿En verdad quieres saber?"
Él respondió:
"Sí"
Ella empezó a decir... "Siendo mujer en esta época, estoy en una
posición de pedirle a un hombre lo que yo sola no puedo hacer por
mí. Yo pago todas mis facturas. Yo me encargo de mi casa sin la
ayuda de un hombre. Yo estoy en la posición de preguntar, ¿Qué es lo
que tú puedes aportar en mi vida?"

El hombre se quedó mirándola. Él claramente pensó que ella se
estaba refiriendo al dinero. Ella, sabiendo lo que él estaba
pensando dijo:
"No me estoy refiriendo al dinero. Yo necesito algo más. Yo
necesito un hombre que luche por la excelencia en todos los aspectos
de la vida."
El hombre cruzó los brazos, se recargó en la silla y le pidió que le
explicara.
Ella le dijo:
"Yo quiero a alguien que luche por la excelencia espiritual,
porque yo necesito a alguien con quien compartir mi fe en Dios. Yo
quiero a alguien que luche por la excelencia mental, porque yo
necesito a alguien con quien conversar y que me estimule
mentalmente. Yo no necesito a alguien mentalmente simple. Y o
quiero a un hombre que luche por la excelencia financiera porque yo
no necesito un cargo financiero. Yo quiero a alguien
suficientemente sensible para que me comprenda por lo que yo paso en
la vida como mujer, pero suficientemente fuerte para darme ánimos y
no dejarme decaer. Yo quiero a alguien al cual yo pueda respetar.
Para poder ser sumisa, yo debo respetarlo. Yo no puedo ser sumisa
con un hombre que no pueda arreglar él mismo sus problemas. Yo no
tengo ningún problema con el ser sumisa. Simplemente él tiene que
merecérselo... ¡Dios hizo a la mujer para ayudar al hombre! Yo no
puedo ayudar a un hombre que no se puede ayudarse a sí mismo.

Cuando ella terminó ella lo miró a los ojos y él se veía muy
confundido y con interrogantes.

Él le dijo:
"Estás pidiendo mucho."
Ella le contestó:
"Sí, es que yo valgo mucho."



RCA./R.A.